Su tierra, su sangre.

-No he dicho que eso sea malo. Mientras a ti y a tu futuro compañero, si es que lo encuentras, os guste esa actitud... lo demás da igual, ¿no lo crees así?-pregunté.

Me quedé observándole en silencio durante unos instantes y, después, simplemente, me di la vuelta y seguí buscando algún libro que leer.

Me quedé rígido al notarlo tan cerca, no me lo esperaba. Bajé el brazo que había estirado hacía tan solo un segundo para poder alcanzar un libro y me aparté de él.
-¿A qué te refieres?-pregunté algo desconcertado.

-¿Quién ha dicho que comparta tu interés de encontrar a alguien?-pregunté pasando por su lado.
Bajé por las escaleras y me acerqué a una mesa para poder dejar el libro ahí.

Me volví hacia él.
-Seguiré como hasta ahora.-sentencié. Yo estaba bastante agusto con mi estilo de vida sin compromisos, haciendo cuanto quería y más.

Me cabrearon mucho sus primeras palabras palabras, daba a entender que la culpa de que no fuese "esa persona" era culpa mía cuando no era así, pero me relajé un poco al oirle decir abiertamente que le gustaba.
-¿Qué quieres de mí?-pregunté en voz baja.

-No sé qué quiero darte y tampoco sé qué deseas obtener tú.-admití.-Dímelo.-pedí.

-¿Y entonces qué?-pregunté nuevamente.

Ah, bien, pues si no lo sabía él que era el que había iniciado todo aquello menos iba a saber yo. Mi mano acarició la cubierta del libro, recordándome que lo había dejado allí. Lo abrí y comencé a leerlo por encima del hombro.

-Aquí lo único difícil de explicar es tu actitud.-murmuré molesto.