Su tierra, su sangre.

No me había equivocado al pensar que en la biblioteca estaría totalmente solo. Ya había saciado totalmente mi búsqueda de compañía por ese día y volver a estar con alguien más en ese momento no me apetecía en absoluto. Paseé la vista por las estanterías sin demasiadas esperanzas de encontrar un libro de mi agrado, pero ahí estaba, Poeta en Nueva York de Lorca. Sonreí. Iba a resultar que no todos tenían mal gusto.
Lo tomé con delicadeza del estante y lo abrí al azar, conocía perfectamente todas y cada una de las palabras que ese hombre había escrito.
Permanecí de pie, sin apartar los ojos del libro, totalmente enfrascado en su lectura.

Me sobresalté al escuchar su voz. El libro se escurrió de entre mis manos provocando un ruido sordo al impactar contra el suelo. Me agaché a recogerlo maldiciendo en voz baja mi torpeza momentánea.
-Podría decirse que sí.-contesté volviendo a colocar el libro en su estante.

Me volví hacia él antes de contestar.
-Perfectamente.-respondí encogiéndome de hombros como si nada.

Fruncí el ceño.
-¿Y qué pintaba allí mientras tú te duchabas?-pregunté algo molesto.-No creo que me haya ido muy pronto, más bien todo lo contrario.-le contradije.

Ascendí por la escalera que llevaba al primer piso.
-Oh, claro, tenía que enjabonarte la espalda. Qué descuido por mi parte olvidarlo.-repliqué con sarcasmo.-No pintaba nada, no intentes hacerte el interesante.

-Soy interesante.-afirmé con total seguridad. Le di la espalda y me puse a examinar los títulos de los libros.-Dime, James, según las definiciones humanas ¿qué eres? ¿Homo, hetero o bisexual?
Me reí en voz baja. Todas y cada una de esas etiquetas resultaban totalmente absurdas, pero así eran los humanos, todo tenían que etiquetarlo para sentirse seguros.

Saqué un libro y lo ojeé sin mucho interés.
-Buena salida, no me esperaba una respuesta así.-le felicité.
Volví a dejar el libro en su sitio, me giré hacia él y me apoyé en la barandilla para mayor comodidad.
-¿Alguna vez has tenido hijos?

-Crees.-repetí con escepticismo-¿No deberías buscar a esa persona en lugar de esperar a que aparezca ante ti?

-Qué tierno.-contesté.

-Los demonios no solo saben odiar y destruir, somos seres racionales y sentimos emociones complejas no es extraño que conozcas lo que s el amor. Muchos demonios lo han experimentado, pero muchos lo olvidan tras unos siglos.

-Todo un logro, sin duda.-concedí.

Asentí y me senté en una mesa.

-James, tú eres de ese tipo de personas, de esas a las que no les importa sacrificarse por la persona que que quieren.-comenté con una sonrisa.

Le devolví la sonrisa.
-Pensaría que eres un ángel de no ser porque veo tu esencia.-comenté.-Aunque supongo que igual que los ángeles pueden odiar y ser crueles con quien lo merece nosotros también podemos amar y ser... bondadosos, en algunos casos.