En fin, en fin.

-Habla, James, ¿qué gracia tiene dar vueltas si tu voz no las ameniza?-deslicé la mano por su brazo hasta llegar a su suave palmay la acaricié con un dedo. Le miré de reojo.

-Lo sé.-seguí acariciando la palma de su mano distraidamente.-Te gusta, ¿verdad? No me malinterpretes, no me preocupa si no lo hace. Sé que es así. Creo recordar que se le llama magnetismo. Todos tenemos en mayor o menor medida pero, en mi caso los modales de mi época contribuyen mucho a aumentarlo.

-Asi que lo admites-comenté sin detenerme ni inmutarme.-..., te has enamorado de mí.

Solté una pequeña carcajada. Qué divertido.
-Ni tú mismo sabes lo que dices cuando hablas de amor platónico.

-Derrotista.-le acusé. Volví a agarrarle por el brazo.
-Hazme un favor, no cites frases de las obras de Shakespeare.-pedí.-El amor plátonico es un amor que no se centra en lo físico sino en lo espiritual.

-Me odias.-repetí pensativo. Me detuve obligándole a hacer lo mismo.-¿Por qué?

-¿Yo?-dije señalándome con inocencia.- No. Sólo pensaba volver a besarte, pero si no te gusta como te sientes...

-Te sientes vulnerable porque quieres no porque yo logre que te sientas así. Perfectamente podrías tomar ahora mismo el control de la situación.-contesté cruzandome de brazos.-Si no lo haces es porque no quieres.

No nos entendíamos. Suspiré avatido.
-¿Qué quieren decirme tus ojos que tu voz no se atreve a expresar?-quise saber. Bajé la mirada a la espera de que hablase.

Frustrante. No por el beso, sino porque había pensado que si James me besaba entendería cómo se había sentido la vez anterior. Sin embargo, no sentí nada, solo el calor y el sabor de sus labios.
Tomé el camino que salía del jardín hacia la mansión y decidí hacer como si no hubiese pasado nada.