En fin, en fin.

La mansión y sus habitantes garantizaban entretenimiento, justo lo que yo buscaba. Paseé entre los arbustos hasta llegar a una zona rodeada de rosas. Cogí una y le dí vueltas con los dedos..

Sostuve la rosa en equilibrio sobre mi dedo índice y de un suave soplido hice que llegase hasta él.
-Qué pena.-respondí sarcástico.

Chasqueé los dedos y la rosa se quemó en cuestión de segundos.
-¿Y qué quieres? ¿Una compensación por el deseo no consumado?-no le miraba a él, sino al frente.

-Aquí el único que siempre parece estar pensando en el sexo eres tú, amor.-contesté.

-Ah, ¿entonces ya no deseas besarme y acostarte conmigo?-inquirí.

Me reí.
-¿A qué si puede saberse?

Suspiré y me volví para encararle.
-Mira, James, basta de rodeos.-me acerqué y enredé una mano en su cabello, atrayendo su rostro hacia el mio.-Dime, ¿vas a compartir conmigo tus aspiraciones?

Acerqué un poco más mi rostro, lo suficiente como para que mis labios rozasen los suyos al hablar.
-Conozco mis virtudes, amor.-susurré.

Retrocedí unos cuantos pasos.
-James, ¿te estás enamorando de mí?-pregunté.

Alcé una ceja y crucé los brazos dejando claro que no le creía.
-No nací ayer.

-Sin conocerme no puedes aventurar que no pueda enamorarme de ti, pero disfruta de tu excusa barata.-respondí sin inmutarme.

-Si tú lo dices...-repliqué.-No me gusta la gente que habla con misticismos, prefiero a los que hablan sin rodeos.
Me di la vuelta y paseé por el pequeño claro donde nos encontrábamos.

Poco a poco había dado la vuelta a todo el claro.
-Dejemos el tema.-sugerí.-No me interesa lo que pretendas conseguir de mí. Un beso, una caricia, una noche, mi amor... no obtendrás nada si yo no quiero dártelo.
Pasé por detrás de él acariciando su nuca.
-Pasea conmigo, me gusta hablar contigo.-admití en voz baja mientras le tomaba del brazo.