Esperando a Stefan

Me acerqué por el pasillo sin hacer el más mínimo ruido. Vi a James, pero me limité a pasar por su lado. Abrí la puerta y la mantuve abierta a la espera de que entrase.

Cerré tras él. Me tomé unos segundos antes de volverme y, cuando lo hice, le miré fijamente.
-¿En qué puedo ayudarte?

-No, no estoy molesto en absoluto.-respondí. Pasé por su lado y me senté en uno de los sillones invitándole ha hacer lo mismo con un movimiento de la mano.-Asi que, querías verme.

Para una mayor comodidad crucé las piernas, me recosté contra el respaldo y miré por la ventana.
-¿Por qué?-pregunté.

Le miré de reojo.
-Qué gracia, he pasado de rey a bufón del bufón.-comenté con ironía.

-Ya.-repliqué.-Si la conversación se va a desarrollar de este modo no creo que sea necesario decirte que puedes hacer, pero esta vez...-dejé la frase incompleta. Me acerqué a él, me senté en su regazo y le besé. No fue como las veces anteriores, fue largo, lento e incluso cuando me separé volví a besarle un par de veces más.
-Me toca a mí.-terminé.

Miré de nuevo hacia la ventana.
-Puedes preguntarlo.-concedí.-Soy extremadamente interesado, nunca haré nada que no me reporte beneficios de algún tipo. Evidentemente esto te incluye, te he besado porque me interesas. No espero nada de ti, me ves inalcanzable sin serlo por lo que no creo que te vayas a esforzar para que estemos al mismo nivel. Permito tu compañía casi constante, independientemente de los motivos que te traigan a mi, porque no te miro con los mismos ojos que al resto.
Dicho esto me recosté contra él.
-Quizá no lo entiendas y probablemente te enfades y pienses que te veo como a mi juguete pero realmente te considero mi igual. Sorprendente, ¿verdad?-continué en su cuello.

Me quedé callado unos minutos preguntándome lo mismo.
-No sé qué responderte a la primera cuestión... Eres una excelente compañía, por eso me interesas.-contesté.-Te confesaré algo, la mayoría de los demonios solo tienen una cosa: atractivo o inteligencia. Veo ambas cosas en ti.
Acaricié su cuello esperando nuevas preguntas.

Caminé hacia la ventana, la abrí y me senté en el alfeizar. No me había dado cuenta de que tenía unas magníficas vistas del jardín interior.
-Qué cruel. Yo diciendo que te quiero y tú echándome las cosas en cara.-murmuré.-Que rencoroso eres.

Le miré al notarlo tan cerca. Tuve la sensación de que me ardía la cara por lo que la giré bruscamente y me mordí el labio.
-No te rias.-ordené.

-No, por nada.-contesté.-¿Qué tal tu primer día en la casa?-pregunté.

Le obligué a darse la vuelta y mirarme.
-Cuéntame por qué te parece extraño e interesante.-pedí.